No es difícil encontrarnos en una situación como la de arriba. Cuando los azotes empiezan a cumplir su objetivo, nuestra mano es poseida por un deseo irrefenable de detener al spanker, que en ese momento está concentrado en su muy educadora misión.
Interrumpir el castigo es algo que bajo ningnua circunstancia se debe hacer, pero aunque nuestra mente ordene a nuestra mano que no se mueva, ella que va por libre, se planta en medio del trasero cuando menos te los esperas.
Este torpe acto por parte de nuestra mano traidora, solo nos ocasionará mas problemas de los que ya teniámos en ese momento.
Consecuencias: azotes en los muslos, los que nos hará retirar la mano de inmediato, empezar el castigo desde el principio, que el spanker incremente la intensidad de las nalgadas o que el implemento que más odiamos de todos, se una con nosotros a la fiesta.
Evitar esta acción es algo que a las spankees nos cuesta realizar , y no importa que seas una experimentada en la materia, porque volverás a caer en lo mismo, por lo que una vez más terminaremos con la mano apresada por las suya a nuestra espalda, o nuestras muñecas atadas en el cabecero de la cama, pero sobre todo, con nuestro culo mucho más "ardiente", de lo que en un principio debiera haber terminado.
Autor: Marita Correa